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viernes, 15 de enero de 2021

QUIAMARE HACIA LOS 274 AÑOS DE SU FUNDACIÓN

Crónicas de Quiamare 

Por Juvenal León Rodriguez

Una Historia Novedosa

La historia de Quiamare permaneció muchos años oculta, como los secretos almacenados en anaqueles envejecidos. Un sinnúmero de obras transcurrieron las centurias ocultando en su interior, abundantes referencias sobre el proceso cumplido en este pequeño territorio; y, más allá de dos siglos, permanecieron como “la semilla en la tumba del faraón” rumiando su letargo, en espera del ambiente propicio que las hiciera germinar, y las arrancara de ese diván del olvido para hacerla conocer de los habitantes de esta comunidad; y como mandato del destino ahora aparece estructurada con el nombre de QUIAMARE para abrirse al conocimiento general, y, en particular, a los nativos de “esta tierra de gracia” con el preconcebido propósito de ofrecerles sus páginas como una ventana a través de la cual puedan asomarse a conocer la historia de su comunidad, lo que por sí ya constituye una novedad, pues en una población que viene remontando los siglos, acompañada con su característica esencial de no saber su procedencia ni los caminos transitados, y se le acerca fortuitamente un cronista a enseñársela, además de sorprendente constituye un gesto grato.

Portal en la entrada de Quiamare

Este objetivo de divulgar el proceso histórico de Quiamare no es nuevo. Se ha abordado varias veces. En el diario “Metropolitano” de Barcelona, en la columna “Crónicas de San Mateo” la serie de entregas con el título de “El Quiamare Histórico”, en donde se perseguía despertar interés por los procesos desarrollados por la generación fundadora, y, así, como las que continuaron en el duro batallar para construir en la vecindad la grandeza que motivaba los sueños acariciados por sus hijos para su “patria chica”.

Los nativos de este heroico terruño jamás soñaron con los nombres de los personajes ancestrales quiamareños, quienes ayer inclinaron sus lomos en este vecindario para construir a las generaciones posteriores un lugar como “uno de los más amenos y deseables que se puede imaginar para hacer pueblo, en el cual lo intentaba formar”, como lo señalara en 1728 el primer fundador, el fraile Andrés López: pero que ahora retornan a la aldea que los viera nacer, cargados de entusiasmo y orgullo, identificados con las generaciones que siguieron, que de manera ignota continuaron la obra legada por estos antepasados, en el empeño porque esta comunidad trascendiera los siglos como lo han conseguido.

Los obstáculos enfrentados y superados, han endurecido el temple de los naturales en las luchas libradas en busca de mejores horizontes. Las hazañas cumplidas al lado del misionero Lucas de Magariños, arrancándole a la tierra los frutos de la supervivencia; la gallarda actitud defendiendo las banderas reales en la época de la emancipación; su valentía apostando por el triunfo de los liberales amarillos, en los que veían no tan sólo la pacificación del país sino la paz en su parroquia; el coraje, valor y la palabra empeñada fue y sigue siendo la divisa de una manera de ser que caracteriza a estos habitantes.

Este libro que sale a transitar las veredas de la crítica y los salones del debate, lo hace, como es la aspiración de su autor, con la finalidad de proporcionar a la juventud estudiosa, trabajadora del campo y del taller, una especie de manual o puerta abierta, donde con libertad puedan asomarse a encontrarse con su localidad de todos los tiempos, y dotados con las herramientas contenidas en este pequeño volumen puedan promover la discusión y sobre todo dotarse de los elementos indispensables que les permitan ahondar las querencias del lugar donde una vez nacieron, y de esa manera emprender con pasión la búsqueda del honroso lugar que le corresponde en la historia a Quiamare y luchar tesoneramente con voluntad y firmeza para alcanzar justicia para su lar nativo, como son los deseos sinceros del que esto escribe.


Fundación del pueblo de Quiamare

Por Oreste Pérez González

A los 274 años de  culminada la epopeya emprendida por el presbítero franciscano Fray Lucas de Magariños

Primera fundación

La ardua empresa emprendida por los religiosos franciscanos para extender la colonización y fundación de nuevos pueblos de misiones, les enfrentó a toda clase de obstáculos que impedían la realización de este objetivo. Tal, fue el caso de Andrés López Mártir de Mamo, en la tarea que acometió para efectuar la creación del pueblo de Quiamare, tarea que inició el presbítero Fray Lucas de Magariños el cinco de agosto de 1728.

Se empezó la edificación del nuevo asentamiento,  a unas cuatro leguas de San Mateo -aproximadamente 20 kilómetros -antigua provincia de la Nueva Andalucía, en el hoy estado Anzoátegui, Venezuela. Su fundador Fray Lucas de Magariños  describe el sitio de la fundación de la siguiente manera: “Donde se consideraba permanente por las cercanías y conveniencias de su buen terreno. El lugar es uno de los más amenos y deseables que se pueda imaginar para hacer un pueblo que se intenta formar”.

Se inicia con indígenas de la etnia-nación Caribe. Se procedió con la construcción de ocho casas y una troje con sus bastimentos. La fundación produjo agrias desavenencias entre los mismos misioneros y luego se recurrió a las autoridades administrativas de la Corona española.

La controversia surgida, trajo como consecuencia que la Real Audiencia de  España suspendió la actividad de búsqueda de nuevos infieles para la misión.  El sacerdote Magariños tuvo que realizar un viaje hasta la madre patria, e hizo valer sus alegatos. Regresando a toda prisa -según los medios que se disponían- a continuar su emprendimiento. Algunos de los originarios habitantes, habían permanecido en el sitio protegido y alentado por el cura y los pocos fieles catequizados.

Quiamare arde por los cuatros costados

La mañana del 26 de enero de 1734 los escasos habitantes del pueblo fueron despertados por las llamas y el humo, que se mezclaban con la espesa neblina, haciendo casi imposible la visión. Los pobladores para salvar sus vidas tuvieron que salir del lugar despavoridos: Quiamare era arrasado por las llamas.

¿Qué sucedió?

Desde hacía días los pocos ibéricos que habitaban el caserío, presentían que se estaba preparando un levantamiento por los remolones que se encontraban los indígenas que servían de peones, o mejor dicho casi de esclavos en las fincas, en más de una ocasión fueron sorprendidos hablando en su idioma, cuestión que tenían prohibido terminantemente, además de haber conseguido en un bosque a la orilla del río, un santuario con imágenes de sus dioses.

El padre Magariños, que se desvelaba porque estos nativos abrazaran la fe cristiana, sufrió a raíz de este acontecimiento un gran disgusto y les puso como penitencia a las mujeres y a los niños, el castigo de lecciones extras de catecismo. Los amos del lugar más prácticos, le aumentaron a los hombres la ración de palos y les bajaron la de comida, además de ponerlos a trabajar de sol a sol.

Esta penosa situación de maltratos fue el caldo de cultivo, que gestó la rebelión de la treintena de nativos que constituían la población de la incipiente misión.

Se recoge en la historia del villorrio que un cacique aborigen, a quien los españoles habían bautizado como Alfonso Rodríguez, en honor a uno de los fundadores del lugar,  él que como todos los de su raza, había sido arrancado por la fuerza de sus tierras del Caris en la Mesa de Guanipa del hoy estado Anzoátegui,  a orillas del río del mismo nombre, en donde desde tiempos inmemoriales se asentaba la nación de los Kariñas, capitaneó el levantamiento junto a su lugarteniente, un indio de raza caribe de fuerte contextura llamado Liborio.

Ambos nativos dieron rienda suelta a la conspiración y le entraron a las nacientes y frágiles construcciones con hachos en manos –teas elaboradas con el corazón de los cactus secos, muy inflamables- desatando el pavoroso incendio que puso a arder a la población por los cuatro costados, casi acabando con la misma.

El padre Magariños alertado por una de sus fieles,  apenas tuvo el tiempo necesario para sacar las imágenes y demás enseres religiosos del improvisado templo. Los insulares sacaron a los niños aún dormidos, algunas pertenencias y salieron a toda carrera del pueblo, rumbo hacia el vecino San José de Curataquiche o para la hacienda de don Miguel Guzmán en los bajos cercanos a orillas del río Aragua, donde se atrincheraron.

Uno de los españoles llamado Agustín González, quien tenía su hacienda muy cerca del pueblo en el sitio de la Granzita, no se percató de lo que había sucedido, debido a que se encontraba durmiendo una borrachera, originada por varias barricas de vino de Jerez de su bien provista bodega, importado desde su tierra natal en Jerez de la Frontera; y quien tenía la bien ganada reputación de ser muy cruel y castigar con azotes a los indígenas por cualquier nimiedad; más aún cuando andaba borracho, fue sorprendido y hecho prisionero por los alzados.

A rastras fue conducido hasta el árbol  de cotoperi, y estaban a punto de lincharlo la turba, encabezada por un caribito lipón, conocido como el “Renco” por su cojera de la pierna derecha, quién era el que más gritaba para que lo colgaran, mientras con una viril de toro le proporcionaba sendos latigazos, que hacían soltar aullidos de dolor al infortunado. En esta cruel faena se encontraban cuando el padre Magariños los convenció de que le perdonaran la vida.

Gracias a los buenos oficios del humilde prelado y las buenas acciones que éste había realizado a favor de los nativos, el asustado hacendado pudo salvar el pellejo; del susto fue a parar la carrera a su tierra natal, sin que más nunca se supiera de él. Esa fue la primera borrachera de los nativos con jerez y otros preciados licores.

El incendio acabó con casi todo lo existente, salvo las bestias, reses, marranos, gallinas y chivos que existían en la incipiente fundación que fueron tomados por los sublevados.

Casi todos tomaron los caminos de las montañas y sabanas según sus procedencias. Finalizó de esta manera el experimento de la primera fundación de Nuestra Señora de los Dolores de Quiamare, aunque quedaron las bases y unos pocos, poquísimos habitantes que serían la base la futura población.

 El uso y abuso de españoles y criollos con la población originaria, obligó a la Corona española a emitir regulaciones en las que expresamente se prohibía la esclavitud y castigos infamantes que tampoco se cumplían, a pesar de las quejas de los religiosos; esta situación originaba como era de esperarse que a la primera oportunidad, los atrapados a la fuerza cogieran el monte, como ocurrió en la primera fundación de Quiamare.

Segunda y definitiva fundación

Es el 15 de septiembre de 1746 cuando el obstinado sacerdote Fray Lucas de Magariños, insiste por segunda ocasión en fundar el pueblo de Nuestra Señora de los Dolores de Quiamare, siendo esta la fecha oficial de la fundación. Siguiendo para ello el cumplimientos de los protocolos reales y cristianos en cuanto a las mediciones y ubicación de los hitos exigidos y los cánones religiosos. Acordes a estos actos fundacionales, y con las palabras sacramentales de las cuales tomamos un breve extracto de ellas, dio inicio al protocolar acto:

“En nombre de Dios todo poderoso y de su bendita Madre y para el ensalzamiento de la Santa Fe Católica y servicio del rey don Felipe V fundo en este sitio, una ciudad con los soldados y vecinos españoles que en adelante irán nombrados y en su nombre real, la nombro y llamo: NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE QUIAMARE quien será su patrona y guía por los siglos de los siglos. Amén”

Luego todos los presentes se trasladaron a una enramada de regulares proporciones, en la que se habían colocado las santas imágenes con la virgen de Nuestra Señora de los Dolores en el centro de la improvisada capilla. Magariños, se esmeró en aquel sermón y después de las invocaciones de protección y buenaventura, se largó con un discurso del que se recogen algunas frases:

 “El pueblo que habéis fundado por la Gracia del Señor y de su Patrona, de todos los santos del cielo habidos y por haber, tendrá larga y próspera vida, porque en esta tierra hay oro, mucho oro -los españoles presentes, al oír esto se miraron unos a otros con los ojos tan desorbitados, que parecían huevos fritos- quiera Dios, que ustedes y su descendencia así por los siglos de los siglos, gocen de esta riqueza”. A continuación se nombraron las familias y se designaron los funcionarios.

Pero esto no quedó de este tamaño, los españoles codiciosos e intrigados por lo del oro, asociaron la expresión del cura con el famoso dorado, del que tanto se fabulaba en los  recientes tiempos del descubrimiento, enseguida se fueron hasta el frondoso cotoperi aledaño y en concierto quedaron de salir en la madrugada siguiente por los diferentes vientos del pueblo a buscar el codiciado metal. Meses y años estuvieron en esa labor sin encontrar una miserable pepita, hasta que cansados por la inútil búsqueda abandonaron la costosa y fatigosa  empresa.

Hoy conocemos el significado de las palabras proféticas de Magariños, el oro al cual se refirió en su misa de fundación era el oro negro, en otras palabras el petróleo, que acompañado de abundante gas yace en el subsuelo de los campos de Quiamare en ricos yacimientos.

En cuanto al nombre, que se le dio a la fundación se estableció por una relación de apego sentimental con los caribes, debido a la gran influencia que ejercía el cacique Piamare en esa nación, luego el mal pronunciamiento de ese nombre, degeneró en el de Quiamare que es como lo conocemos.

La fundación de la nueva población se inició con cincuenta y ocho aborígenes, en otras incursiones realizadas desde el año de la fundación hasta 1751 hacia las riberas del Orinoco, la Mesa de Guanipa y del Río Caris, los habitantes se elevaron a más de doscientos, ninguno de ellos formaba parte del contingente de la primera fundación.

Desde el día de su fundación hasta el año 1753, se habían bautizado trescientas almas; en el mismo lapso habían fallecido cien. El año 1752, contaba el pueblo con 170 personas, de las naciones Caribes, Chaimas y Cumanagotos y unos pocos de la etnia Salibas. La mayoría cristianos y unos pocos infieles. Ahora bien, retrocedamos hasta el 5 de mayo de 1748 y veamos como fue:

La segunda quema de Quiamare

Estas constantes salidas de los misioneros para atrapar infieles, provocaron una revuelta general que desencadenó en un nuevo incendio, con la consecuente destrucción de casi toda la naciente comunidad. Éste acontecimiento dispersó nuevamente a sus moradores por las montañas, situación aprovechada por algunos de ellos conocedores de la zona para regresar a su lugar de origen.

Otros, poco a poco fueron regresando a la fundación por cuenta propia, y la mayoría capturados y traídos nuevamente a la fuerza. Afortunadamente esta segunda hecatombe fue de menos proporciones que la del año 1734 y los daños fueron subsanados.

Las noticias sobre el avance experimentado por la pequeña comunidad las proporcionaban los ilustres personajes que pasaron por el villorrio, el 16 de abril de 1752 llega a Quiamare don Francisco Julián Antolino, Obispo de Puerto Rico, quien suministra el sacramento de la confirmación a cuarenta y cuatro personas. Es bueno en este punto anotar que estas provincias, dependían para aquel momento eclesiásticamente del obispado de Puerto Rico, es de imaginar el estruendo que causaría en aquella incipiente comunidad la visita de tan importante religioso.

Se relaciona que un aborigen del Orinoco, quien era candidato para ser bautizado por tan ilustre personaje, nombrado Lucas Camayaguán al ver la pompa del personaje y su séquito se asustó tanto que cogió el monte y todavía lo andan buscando. Debido a este temor, se apunta que para bautizar a estos nativos, los bajaron al pueblo con días de anticipación y una noche antes, tal como lo habían planeado, les dieron una fiesta hasta que se quedaron dormidos de la borrachera, el otro día al despertar los llevaron a la iglesia y todavía adormitados por la resaca, les administraron el sacramento del bautismo.

¿Qué sucedió con el Padre Magariños?

El 6 de julio de 1783 fueron medidas las tierras y deslindados los límites fronterizos de la misión de Quiamare. Es admirable que después de haber transcurrido treinta y siete años de la fundación de Quiamare, todavía permanezca allí, el franciscano presbítero Lucas de Magariños, quien para la fecha contaba con la venerable edad de ochenta y siete años, lo que hace suponer que falleció en el pueblo y sus restos enterrados en la Iglesia, según las costumbres cristianas. Lugar que posteriormente y hasta la actualidad sirve de asiento al cementerio de la población.

En el poblado dicen que todavía en la Semana Mayor en la ofrenda de la Santa Misa el Ilustre Prelado oficia los sacramentos. Otros señalan que lo han visto en las madrugadas caminando en oración por el pueblo. Entre los relatos se cuenta uno del señor Julio Hidalgo, rico hacendado ya fallecido, quien aseguraba que lo encontró rezando en profunda meditación en su posesión de Sanquiche, aledaña al lugar en donde murió y fue sepultado.

Resalta el comisionado Chávez y Mendoza en comunicación enviada a la Real Audiencia de España, en relación al informe concerniente al deslinde, destaca que el misionero había dotado con sus esfuerzos el mobiliario completo de la Casa de Dios, y su patrona Nuestra Señora de los Dolores cuya imagen, el padre Lucas de Magariños había hecho traer de España, ocupa el centro del altar y de sus festividades, que el pueblo las celebra el 15 de septiembre, -fecha de su fundación- en su honor.

Describe que la sede católica era decente con treinta y tres varas de longitud y tres naves con su presbiterio y cuatro retablos, estaba techada de tejas, igual que la residencia de su morador y la posada real, estas tejas de arcilla eran fabricadas en el pueblo, bajo la dirección de los españoles con el trabajo de los nativos. Registra las imágenes de un San Antonio de Padua, un Santísimo Cristo, dos Ángeles en su pedestal y un San Ildefonso arrodillado. Apareciendo por primera vez relacionada esta imagen.

  Como se ha señalado ni  la desaparición física  logró que el ilustre servidor de Cristo, dejara de velar por su querido pueblo. Que en más de una oportunidad ha estado a punto de ser borrado del mapa. El presbítero Fray Lucas de Magariños, un monumento merece por su encarnizada lucha en la protección de su amado pueblo de Quiamare. Rogamos a Él, a la Santa Patrona Nuestra Señora de los Dolores y a todos los santos del cielo, nos ayuden a salir de esta nueva hecatombe que padece Quiamare y toda Venezuela.

Nota: Para la redacción de esta crónica fundacional, debo dar las gracias al eminente cronista de San Mateo don Juvenal León, quien con sus laboriosas investigaciones realizó un aporte valioso en su redacción. Así mismo, a las personas que proporcionaron las gráficas como fue la página oficial de la Iglesia “Nuestra señora de los Dolores de Quiamare” dirigida por el señor Kelvin Guzmán y al Ing. Raúl Guzmán que efectuó la composición gráfica.

Valle Mágico, La Asunción, Isla de Margarita, estado Nueva Esparta Venezuela.15.09.2020.


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