Entre hechos y mitos
LOS CUENTOS DE CAMINO “SAZONAN” LA VERACIDAD ANCESTRAL ORIENTAL QUE RESEÑAN LOS HISTORIADORES
Aunque no figuran en los libros de historia, algunas de las crónicas de las ciudades que componen la zona norte del estado Anzoátegui están rodeadas por un halo de fantasía que llama la atención de quienes escuchan esos relatos. Las leyendas que se tejen, vinculan a ciertas edificaciones emblemáticas en una compilación de datos comprobables que han sido “sazonados” durante años de transmisión oral.
En la esquina donde se encuentran las calles Bolívar y San Carlos, en pleno casco histórico de Barcelona, existe una casa en la que en la actualidad funcionan siete locales comerciales. Su techo es dominado por una desvencijada cúpula, cuya tonalidad ocre contrasta con el brillante plateado del manto asfáltico que cubre las tejas de la peluquería que funciona en parte de la antigua vivienda.
La edificación de este curioso domo, cuya forma recuerda a
las bóvedas que dominan la arquitectura religiosa colonial, fue responsabilidad
de una aristócrata mantuana que durante 1774 recibió una gracia papal que le
permitió contar con un oratorio privado en su residencia; un privilegio
apostólico que le fue concedido por Clemente XIV durante su último año como
pontífice.
“Celerina Antonia de Castro de Martínez Campos fue una devota
dama de sociedad que es reconocida como una de las mayores contribuyentes a la
construcción de la Iglesia parroquial de Barcelona, hoy Catedral”, relató
Marcos Delgado, cronista del municipio Simón Bolívar del estado Anzoátegui, en
referencia a un pasaje del libro Historia de Aragua de Barcelona, del Estado
Anzoátegui y de la Nueva Andalucía, escrito por el sacerdote Manuel Acereda La
Linde (1965).
Doña Celerina era hija
de Lucía Hernández, tía del párroco local Fernando del Bastardo. La señora
Lucía tuvo a su cargo el cuidado de la imagen de Santa Rita y fue responsable
de costear su fiesta anual, veneración que luego heredó su hija.
“Siguiendo los datos de Acereda La Linde, esta criolla debió
morir hacia 1799. Fue la viuda del Coronel Diego Bernardo Martínez de Campos.
Su cuerpo fue sepultado en el primer tramo de la nave mayor, con muchos
privilegios, por haber sido gran bienhechora de la Iglesia. En el ala derecha
de este templo existe una lápida que la recuerda”, relató.
Delgado explicó que en torno a la cotidianidad de esta
criolla se entretejieron muchas leyendas urbanas; entre ellas se destaca la que
hace mención a que una vez construida la Catedral de San Cristóbal doña Celerina
extendía una alfombra roja entre su residencia y la entrada de la iglesia para
asistir a las eucaristías o que era poco dada a compartir con sus vecinos.
No existe un dato histórico fehaciente que compruebe la cotidianidad
de la alfombra o su indisposición para con sus coterráneos; son cuentos de
camino, cotilleos, es oralidad transmitida de generación en generación que se
convirtió en “verdades colectivas”.
Por Martín Carbonel Salas. Publicado en la Revista Ardentía. Diario El Tiempo de Puerto La Cruz.
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